acerca de ...

La idea de este espacio virtual no es una alabanza sin sentido, o un simple modo de expresar simples y vanas palabras adjetivantes sobre lo que muchos llaman "obra de Julio Cortázar". Sus libros son algo mas que "obra" petrificada, son mil historias, donde existen infinitos personajes, léxicos, usos y técnicas literarias y, por supuesto, miles de facetas de quien los construyó. Por eso acá se construye no sólo, entre todos, la gigante biblioteca de sus novelas, cuentos, relatos, poemas, prosas, ensayos, sino que se busca construir algo, un largo relato, que beba como inspiración el gusto o crítica hacia Cortázar y se transforme, a medida que se avance, en una eterna “rayuela” de palabras que se independicen del motor primero...Esperamos, seamos muchos rescatando el valor de la palabra escrita en unos tiempos que buscan destrozarla...o hacerle perder su fuerza...

martes

La Maga de Cortázar


-Nunca nos quisimos- le dijo besándola en el pelo.

-No hablés por mí -dijo La Maga cerrando los ojos-. -Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber-

(Rayuela, capítulo 20)

Ser la musa inspiradora de un escritor famoso es el sueño más excitante que podría existir entre sus admiradoras, amigas o amantes. Y mucho más aún si la historia que encarnan los personajes es tan interesante y encantadora como la que se relata en Rayuela. Esta obra de Julio Cortázar aparece en el año 1963 y produce una verdadera revolución dentro de la novelística en lengua castellana. Allí se relata la historia de una turbulenta relación entre los personajes de Oliveira y La Maga, una enigmática mujer con la que vive un increíble romance en París. Pero ¿la Maga existió en la vida real? Si en verdad fue así, ¿cuál es el límite entre la realidad y la ficción?

Alejandra Pizarnik: ¿La Maga que no fue?

La poeta Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar se conocieron en 1960, año en el que la escritora argentina viajó a París. Su soledad interior y los deseos de buscar nuevos horizontes en la literatura la llevaron a vivir en ese viaje una experiencia que no olvidaría jamás. Cuando conoció a Julio se hizo evidente entre ellos una afinidad exquisita. Fue precisamente Cortázar, radicado en París desde 1951, quien la introdujo en el mundo literario parisino. Él admiraba la brillantez de Alejandra. De hecho, llevaron adelante una amistad que duraría hasta la temprana y trágica muerte de ella.

Luego de publicada Rayuela, en el círculo más cercano de la poeta Alejandra Pizarnik giraba la sospecha de que el personaje de La Maga era ella. Del mismo modo, se rumoreaba que ella creía que La Maga de Rayuela llevaba parte de su esencia. Una carta que el autor de Bestiario le escribió a su amiga Ana María Barrenechea, confirma que la obra ya estaba escrita cuando conoció a la poeta argentina y que de ningún modo ella era el referente real de La Maga.

Pasado el tiempo, es imposible saber si realmente los sentimientos de Alejandra Pizarnik por Julio Cortázar traspasaron la barrera de la amistad y la admiración. Cristina Piña en su libro Alejandra Pizarnik (mujeres argentinas) sugiere que "puede sonar a pretenciosa petulancia de la poeta joven que revelaba o se inventaba un vínculo amoroso con el escritor consagrado". La sospecha en torno a los sentimientos que Alejandra tenía hacia él se despertó a causa de un extraño suceso ocurrido luego de su suicidio. Quince días después de la tragedia, le fue entregada a Cortázar una breve correspondencia de Alejandra Pizarnik con una foto personal. Si esto fue programado por ella, es un misterio.

Edith Aaron, La Maga

“Y por qué no, por qué no habría de buscar a la Maga, tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y oliva que flota sobre el río me dejaba distinguir sus formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, nos ibamos por ahí a la caza de sombras, a comer papas fritas al Faubourg St. Denis, a besarnos junto a las barcazas del canal Saint Martin (...) ¿Por qué no habría de amar a la Maga?” ( Rayuela , Julio Cortázar, 1963)

Edith Aron nació en el Sarre, una región límite entre Alemania y Francia, posteriormente anexada por los alemanes. Su familia emigró a la Argentina poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Julio Cortázar conoció a Edith en un viaje de regreso a Europa en el año 1950. Ella tenía 23 años, él 32. Desde el momento en el que sus vidas se cruzaron, los azares del destino moldearon sus encuentros. Coincidencia o no, en el primer capítulo de Rayuela, Julio Cortázar hace referencia a estas peripecias no programadas: “[ella] convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas”.

Poco tiempo después del arribo a la capital francesa, se encontraron en una librería del Boulevard Saint Germain e intercambiaron algunas palabras. Posteriormente, el azar quiso que se encontraran en el cine y otro día en los jardines de Luxemburgo. En una entrevista concedida al diario La Nación de Buenos Aires, el 7 de marzo de 2004, Edith relata: “Él me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela”. Ella comenta que Julio, influenciado por la corriente surrealista, creía que las casualidades eran importantes.

En poco tiempo, el autor de Historia de Cronopios y de Famas y Edith fueron a vivir juntos. Por ese entonces Cortázar ya conocía a Aurora Bernárdez, la mujer argentina con quien en 1952 contraería matrimonio. Edith confiesa que no sabía que estaba enamorada hasta que conoció la decisión de Julio de volver a retomar la relación con Aurora: “Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería”. Luego del casamiento de Cortázar, Edith continuó su relación como traductora de sus trabajos a su idioma nativo, el alemán. Un inconveniente de salud de la madre de Edith impidió la puntualidad de entrega de los trabajos y Julio no le ofreció más sus obras para que las tradujera. “Él me hizo muy mal profesionalmente y no lo puedo perdonar” afirma Edith. Los azares de la vida los volvieron a unir, en una Feria del Libro, en Fracfort y en 1978, en un metro londinense. Él iba acompañado de Carol Dunlop, su última esposa. Esa fue la última vez que se vieron. Edith Aron fue la única mujer de Cortázar que le escribió una carta de condolencias a Aurora Bernardéz.

Conocer a la Maga es dejarnos llevar por las letras del autor, deleitarnos con su narrativa y desplegar nuestra intuición de lectores. “Entre la Maga y yo existen un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas cuadras y ya mi pena se llama pena, mi amor se llama mi amor... cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos” (Rayuela, Julio Cortázar, 1963). Al conocer la historia de Edith Aron y Cortázar podemos conocer los detalles de vivencias relatadas en Rayuela. Seguramente, también está plasmada parte de la afectividad de esa mágica relación que tuvieron en los primeros años de la década del ‘50. Cuánto de verdad y cuánto de ficción sobre el personaje femenino más destacado de su libro más famoso es el misterio que envolverán a Rayuela por siempre.